¿Cómo que no existe? Mi abuela e incluso mi madre me solían decir:  «Niño espera dos horas después de la comida antes de bañarte porque si no te dará un corte de digestión». 

La realidad es que el término «corte de digestión» es una expresión muy común, aceptado popularmente. Sin embargo, es un término inapropiado, ya que no se trata en absoluto de un fallo del proceso digestivo. Es indiscutible que se trata de un clásico de los veranos pero sin fundamento científico.

Y vosotros me diréis: «Yo he visto con mis propios ojos a gente marearse, con náuseas, vómitos e incluso desmayarse por meterse al agua después de comer».

Sí, vale, pero eso tiene una explicación, independientemente que hayas comido antes o no. 

Descubre que ocurre en realidad, ya que puedes salvar muchas vidas:

Como hemos dicho, el término  «corte de digestión» no es real en términos médicos. El nombre correcto para estos síntomas se conoce como Síndrome de  Hidrocución, causado por un shock termodiferencial.

Lo que realmente le ocurre a esa gente es una reacción vagal que se puede producir al sumergirse en el agua fría, provocando, en el mejor de los casos, mareos, palidez, vómitos… Si es más grave, la persona puede perder el conocimiento y, si se encuentra en el agua sin compañía, ahogarse entrando en parada cardiorrespiratoria.

Es más frecuente cuando la temperatura del agua es menor de 27ºC  o cuando existen al menos 5°C de diferencia entre la temperatura del cuerpo y la del agua. No existe ningún estudio que demuestre una relación clara con el hecho de haber comido antes o no. Esto es a lo que los sanitarios llamamos Síndrome de Hidrocución causado por shock termodiferencial.

¿Qué sucede entonces al zambullirnos en agua fría?

Bien, al meternos al agua fría  se produce un fenómeno llamado reflejo de inmersión. El reflejo de inmersión se produce cuando unos receptores presentes en la nariz y otras zonas de la cara, quedan sumergidos en el agua (un reflejo primitivo común en los mamíferos). La información de que la cara ha encontrado agua se transmite al cerebro y al sistema nervioso autónomo, a través del nervio vago. Esto provoca el cierre inmediato de las vías aéreas y varios cambios fisiológicos de magnitud variable en función del contraste térmico con el ambiente, todo ello da lugar a una disminución de la frecuencia cardiaca y a una reducción del flujo sanguíneo a todos los órganos excepto al cerebro. El reflejo de inmersión es bueno y nos permite permanecer, en caso de necesidad, más tiempo dentro del agua sin respirar.

Hasta aquí todo perfecto. Sin embargo el problema viene cuando este reflejo ocurre de forma brusca por el intenso cambio entre la temperatura corporal y el agua fría (shock termodiferencial). En verano el problema se multiplica si a esto le sumamos que la temperatura de nuestro cuerpo suele estar elevada por haber tomado el sol o por haber realizado ejercicio intenso.

Por lo tanto, ¿el cambio brusco de temperatura entre agua fría y el calor de nuestro cuerpo puede resultar peligroso?

Sí. El organismo precisa un esfuerzo considerable para mantener la temperatura del cuerpo a 37 °C, lo que se debe lograr en breves instantes, con más motivo cuanto más fría sea la temperatura del agua. Si no lo consigue, se produce un descenso rápido de la temperatura corporal, seguido por una rápida retención de la respiración que puede provocar un síncope y la víctima puede ahogarse, entrando en parada cardiorrespiratoria.

¿Cómo prevenirlo?

No hay estudios que se hayan hecho para demostrar que unas u otras normas tienen algún grado de evidencia.

Sin embargo, desde Proyecto Salvavidas te recomendamos las siguientes:

  • Evitar zambullirnos bruscamente en agua fría.
  • Evitar entrar en el agua después de una exposición prolongada al sol.
  • En la piscina, pasar por la ducha antes de meteros al agua para ir aclimatando el cuerpo.
  • Evitar el baño en agua demasiado fría, en especial si se encuentra por debajo de 27ºC.
  • Evitar hacer ejercicio físico intenso antes de bañarse en agua muy fría.
  • Educación sobre las medidas de seguridad en el agua y reanimación.
  • En verano, vigilemos a los pequeños de la casa y enseñémosles conductas responsables en el agua.

Es conveniente mojarse progresivamente el cuerpo antes de sumergirse, ya que si notáis algún mareo o mal estar podréis salir del agua cuanto antes.

Por sentido común, evitar entrar en el agua con la digestión en curso porque, aunque no sea siempre el motivo del shock, puede influenciar en ocasiones.

¿Qué hacer ante un ahogamiento? La necesidad de conocer las técnicas de reanimación cardiopulmonar y manejo del desfibrilador. 

El tratamiento de una víctima de ahogamiento se compone de cuatro fases:

  1. Rescate acuático.
  2. Reanimación cardiopulmonar básica. (Ampliaremos la información en el siguiente post).
  3. Reanimación cardiopulmonar avanzada.
  4. Cuidados postresucitación.

Conclusión:

Aunque no todos los ahogamientos son desencadenados por este Síndrome de Hidrocución (no “corte de digestión”), es hora de tomar medidas preventivas como las descritas anteriormente, conocer las maniobras de reanimación cardiopulmonar y uso del desfibrilador que son muy importantes, ya que si iniciamos las maniobras de rescate de forma precoz las probabilidades de que la víctima se recupere sin daños neurológicos son elevadas.